29 de mayo
A lo largo de la
historia, al laurel, se le ha
conferido significación religiosa vinculada al triunfo. La mitología griega lo
consagró a Apolo, dios de la salud y la medicina. Con laurel eran coronados los
emperadores romanos y los vencedores en torneos y batallas. Con palmas y ramos
de laurel fue aclamado Jesucristo en su entrada en Jerusalén, y para conmemorar
este episodio el mundo cristiano ha instituido el Domingo de Ramos, en que se
bendicen palmas y laureles, olivos y ramas.
Y también, simbolizando el triunfo de María
por su disponibilidad y obediencia, sencillez y pobreza, apertura y bondad,
queremos ofrendarle una pequeña rama de “laurel”.
Que Ella nos ayude a superarnos a nosotros
mismos en aquello que merezca la pena. Que seamos de aquellos intrépidos que,
contra viento y marea, saben y quieren esforzarse por ascender a las más altas
cotas de la verdad y de la sinceridad, de amor y de justicia, de paz y de
solidaridad.
Qué bien lo expresó el sabio: “el
oro se hace viejo en la tierra pero el triunfo que no se malogra espera siempre
en el cielo”. Pentecostés sea para nosotros una fuente del DON DE CIENCIA
que viene de Dios como la mejor y la más sensata.
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