30 de mayo
María, mejor que nadie, supo distinguir con
larga vista aquello que Dios le puso delante de sí misma.
Alfombrar la casa de la Virgen con el
“jazmín” es pedirle a María que nunca deje de mirarnos. Es rogarle que
interceda ante el Padre para que nunca perdamos el perfume de los amigos de
Jesús: solidaridad y servicio, perdón y comprensión, afabilidad y alegría.
Pidamos a Santa María, en este mes de mayo, que cuide de nuestros
ojos para que sepamos ver con claridad aquello que conviene para ser unos
buenos hijos de Dios y convertirnos en unos eternos altavoces que suenen en el
mundo como aleluyas de la Pascua del Resucitado. Que hoy, el Espíritu Santo, nos fortalezca
con el DON DE CONSEJO para clarificar tanto túnel oscuro y sin final en las
vidas de muchas personas.
“Cuando el carro se haya roto
muchos os dirán por dónde no se debía pasar” (Anónimo)
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