9 de mayo
Cuentan las
leyendas que un ángel convertía en violetas las lagrimas de Adán al ser
expulsado del paraíso en violetas. También San Bernardo llamó a esta flor la
flor de la humildad y desde entonces fue adoptado como símbolo de la Virgen
María.
Coger un puñado de “violetas” y llevárselos a
María es sentir una llamada a perseverar en el camino cristiano. Lo más fácil y
cómodo puede ser el abandonar. Lo más sabio
e inteligente, valiente y comprometido es….la lealtad a Jesús.
No
resulta difícil, ni mucho menos, sembrar de violetas el altar de Santa María y
en recompensa escuchar una palabra de sus labios: “haced
lo que El os diga”. Sólo de
esa forma podremos mantenernos leales a lo que el Señor quiere y pide de
nosotros.
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